¿George Harrison transformó para siempre la música? Se cumplen dos décadas del fallecimiento del guitarrista principal de The Beatles. Con bajo perfil, sus canciones empezaron a abrirse paso entre los clásicos de Lennon y McCartney para luego tomar vuelo propio. Su curiosidad y su búsqueda de paz fueron fundamentales para hacer de los Fab Four la banda más importante de la historia.
“George quedó estancado por ser un Beatle y tuvo que luchar con Lennon y McCartney para que sus composiciones sean grabadas. Bueno, ¿quién no quedaría estancado? Si Harrison hubiese tenido su propio grupo y hubiera escrito canciones en ese entonces, probablemente habría sido tan grande como cualquiera”. Ésta es la visión que tenía Bob Dylan del Beatle silencioso, el guitarrista que, motivado por trabajar codo a codo con dos de los músicos más importantes de la historia del pop, empezó a componer tímidamente y llegó a igualar, y en muchos casos a superar, a sus compañeros. A pesar de su bajo perfil, fue tan innovador como John y Paul: entre sus innumerables logros, acercó la música y la cultura hindú a Occidente y organizó el primer concierto benéfico de la historia. El cáncer se lo llevó muy joven, a los 58 años, hace ya dos décadas, pero George vivió lo suficiente como para dejar, tanto con The Beatles como en solitario, algunas de las canciones más hermosas del mundo.
George Harrison provenía de una familia humilde. “No teníamos baño”, recordó en Anthology (Chronicle Books, 2000). “Teníamos una bañadera colgada en la pared del patio trasero que entrábamos a la casa y llenábamos con agua caliente de ollas y pavas hirviendo”. Era el menor de cuatro hermanos y su padre manejaba un colectivo, tras varios años de trabajar en la Marina Mercante. Cuando su hijo mostró interés en la guitarra –entre los 12 y 13 años durante una internación en el hospital por una infección renal-, compró una usada y le pidió a un amigo que le enseñara los acordes básicos.
Como le pasó a muchos chicos de las décadas del ‘40 y el ‘50, la radio fue fundamental en su formación musical. “Nos gustara o no, incluso la música basura que odiábamos tuvo alguna influencia sobre nosotros”, admitió en sus memorias (I, Me, Mine, Genesis Publications, 1980). “La música tiene una calidad trascendental y alcanza partes de uno mismo a las que no esperaba que llegara”, agregó en Anthology. Esa apertura, que George compartía con el resto de The Beatles, fue fundamental para el desarrollo de su sonido y, en consecuencia, el de toda la música popular desde la salida de “Love me do” en adelante. De todas maneras, fue el rock and roll el que lo conquistó en la adolescencia cuando escuchó las guitarras de “Heartbreak hotel” de Elvis Presley mientras paseaba por su barrio en bicicleta: “De pronto salió de la radio de alguien y se metió en mi cerebro para siempre”.
George y Paul McCartney iban al mismo colegio, pero estaban en cursos diferentes. Sin embargo, compartían el viaje en transporte público. Entre la ida y la vuelta al instituto empezaron a charlar y, gracias a sus gustos en común, se hicieron amigos. Fue Paul quien convenció a John Lennon de sumar a Harrison a The Quarrymen, la banda de skiffle que fue el germen de The Beatles. Al principio, John, dos años mayor que él, se negó porque lo consideraba demasiado joven para su grupo. Paul también lo veía pequeño, aunque solo se llevaban nueve meses. Ambos pasaban noches enteras intercambiando sus conocimientos de guitarra y hasta se habían ido de vacaciones juntos como mochileros. George tuvo que lidiar durante años con el hecho de que sus compañeros lo vieran como un aprendiz y terminó siendo una de las cuestiones que acentuó sus diferencias con los demás. Fue creciendo como compositor bajo la sombra de los otros dos, luchando por que sus canciones sean reconocidas, algo que recién logró cuando The Beatles se desmoronaron. ¿George Harrison transformó para siempre la música?
No le resultó fácil entrar a The Quarrymen. Se mantuvo cerca del grupo como seguidor, asistiendo a los conciertos y a los ensayos y tratando de ayudarlos cuando era necesario, mientras Paul destacaba frente a John sus dotes como guitarrista, convencido de que George sería fundamental en la transición del skiffle, que era lo que tocaban, al rock and roll, que era lo que realmente les gustaba y el estilo de música que se impondría en Inglaterra a fines de los ‘50. Al final, Lennon se dio cuenta de las habilidades de Harrison cuando le mostró que sabía tocar a la perfección un éxito instrumental de esa época, “Rauchy” de Bill Justis. George era el músico más virtuoso del cuarteto y le enseñó a los demás algunos acordes que no sabían. “John ni siquiera sabía que las guitarras debían tener seis cuerdas”, comentó en Anthology. La de él tenía apenas cuatro, como un banjo.
Más allá de su destreza, The Beatles sabían que tener a un menor de edad podía traerles dificultades. George, en realidad, no debió haber entrado a muchos de los lugares donde tocaron y durante la primera residencia de la banda en Hamburgo, Alemania, fue deportado por trabajar en clubes nocturnos con 17 años.
Un silencioso en medio de la Beatlemania
El apodo de “Beatle silencioso” surgió durante su primera visita a los Estados Unidos. A los periodistas les sorprendió lo poco que hablaba. En verdad, su silencio se debía a que estaba con faringitis y debía mantenerse callado para cuidar su garganta para la aparición en el show de Ed Sullivan, el programa de televisión más importante de Norteamérica. De hecho, aquella presentación fue histórica porque disparó la Beatlemania en el continente americano y de ahí al resto del mundo. Fue el comienzo de la llamada Invasión Británica, ya que, con el éxito de The Beatles, se abrieron las puertas al mercado estadounidense para otras bandas de rock inglesas, como The Rolling Stones y The Who.
El mote que le había puesto la prensa norteamericana a George no podía ser más adecuado, al menos respecto de su figura pública. Al principio disfrutó de los privilegios de ser famoso, pero luego, con el asedio constante del público y de los medios, empezó a molestarle y con el tiempo construyó una coraza cada vez más infranqueable. “Siempre creí firmemente en la libertad y la privacidad”, dijo en una ocasión, según cita Mark Shapiro en su libro Detrás de esos ojos tristes: La vida de George Harrison (Emecé, 2002). La misma publicación repara en otra declaración del guitarrista donde expone sus sentimientos frente al éxito de The Beatles: “La enorme magnitud de nuestra fama me ponía nervioso”. John, Paul y Ringo parecían sentirse cómodos con su estatus de súper estrellas, pero Harrison no podía soportar que los fanáticos se acercaran a su casa o que no pudiera visitar tranquilo ningún lugar. También le frustraba el hecho de que el excesivo fervor de las masas les impidiera tocar en vivo. “La calidad musical dejaba de importar”, señaló sobre los shows que daba la banda en estadios en plena Beatlemania, donde los gritos eran tan fuertes que ni ellos podían escuchar lo que tocaban. Fue uno de los grandes motivos por los que abandonaron las giras en 1966, una decisión que tuvo a George como principal promotor.
No es casualidad que su primera composición haya sido “Don’t bother me”, incluida en el álbum With The Beatles (1963), cuyo estribillo dice de manera contundente: “Vete de aquí y déjame solo/No me molestes”. “La escribí como un ejercicio, para ver si era capaz de hacerlo”, confesó en su libro. Lo hizo mientras se recuperaba de una gripe en un hotel durante una gira por el sur de Inglaterra. Como señala el crítico Ian MacDonald, que escribió uno de los análisis más completos de la música de The Beatles (Revolution in the head, Penguin Random House, 2005), la canción es claramente “una auténtica expresión de la profunda necesidad de Harrison por tener privacidad”. Hasta ese momento, el crédito compositivo de George había sido reconocido en dos ocasiones: en “In spite of all the danger”, la primera canción que grabaron The Quarrymen y la única acreditada a McCartney-Harrison, y el instrumental que registraron en Hamburgo “Cry for a shadow”, coescrita con Lennon.
Un camino largo y sinuoso
Además de lidiar con las consecuencias de ser un Beatle, también luchó por ser reconocido como compositor por parte de sus compañeros y del productor George Martin. El tándem Lennon-McCartney era tan fuerte que sus canciones habitualmente eran rechazadas o dejadas en segundo plano, como fue el caso de “Only a Northern song”, que él la pensó para Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band y terminó en la banda sonora de Yellow Submarine, prácticamente como un descarte. Cuando aceptaban grabar uno de sus temas, lo hacían a regañadientes y no se ponía tanto empeño como en las composiciones de John y Paul, ya que eran vistas como relleno para completar el álbum. “Era como si me estuvieran haciendo un favor”, manifestó el guitarrista en una entrevista con Crawdaddy en 1977. “El problema con George es que ninguno de nosotros lo consideró un compositor de nivel”, confesó Martin en Anthology. “Yo solía decir de forma condescendiente que si tenía algo lo incluyéramos en el álbum. Sé que debió haberse sentido mal por eso. Perseveró y gradualmente sus canciones fueron mejorando hasta volverse extremadamente buenas”. Lamentablemente, se dieron cuenta de esto sobre el final, cuando ya se estaban separando.
Harrison empezó a escribir muy tímidamente. Luego de “Don’t bother me”, su segunda canción fue “You know what to do”. La banda registró un demo del tema en 1964, pero finalmente fue desechado y recién salió a la luz en el primer volumen de Anthology en 1995. “Componer […] me daba algo de miedo porque John y Paul lo hacían desde que tenían tres años. […] Ellos habían escrito la mayor parte de sus canciones malas antes de que pudiéramos acceder a un estudio de grabación. Yo lo hice de la nada y debía salir con algo que al menos tuviera la calidad suficiente como para incluirlo en un álbum junto con todos sus maravillosos hits”, reflexionó. Dos años le llevó componer un material que estuviera a la altura, que fue “I need you” y “You like me too much”, incluidas en Help!, editado en 1965. A partir de ahí, todos los LPs del cuarteto incluyeron al menos una canción de su autoría.
La evolución de George como compositor fue lenta, pero sostenida. Martin señaló que corría en desventaja porque no tenía ningún colaborador. “Escribir por mi cuenta se volvió la única forma de hacerlo porque así fue cómo empecé. En consecuencia, con el correr de los años nunca logré componer con nadie y terminé un poco aislado”, reflexionó el guitarrista, que sin embargo tuvo notables colaboraciones con Bob Dylan y Eric Clapton, entre otros. Más allá de un consejo o alguna ayuda puntual, en Anthology McCartney admitió que él y Lennon decidieron excluirlo deliberadamente de su sociedad compositiva. No sólo eso: tampoco solían mostrar un compromiso real al momento de grabar sus canciones. El menor de los Fab Four recordó con amargura cómo le costó grabar “While my guitar gently weeps”, una sus mejores composiciones: “no se la tomaron en serio y creo que ni siquiera la tocaban”. Tuvo que invitar a Eric Clapton a tocar el solo principal para que los demás descubrieran la magnitud de la pieza que tenían frente a ellos. ¿George Harrison transformó para siempre la música?
El momento más grande de George con The Beatles llegó en Abbey Road, el último álbum del grupo, grabado a la sombra de su ruptura. “Here comes the sun” fue su forma de canalizar las presiones que recaían sobre el cuarteto, abrumado por los problemas económicos de Apple. Harrison siempre siguió de cerca las finanzas del grupo, pero un día decidió faltar a una reunión y pasar el día en el jardín de Clapton. Inspirado por la atmósfera relajante del campo abierto, escribió uno de sus himnos más perfectos.
La otra gema de ese LP es “Something”, según Frank Sinatra, “la mejor canción de amor de los últimos 50 años” y, para Lennon, lo más sobresaliente de Abbey Road. Fue el único simple de su autoría que sacó el grupo como lado A –antes, temas suyos como “The inner light” y “Old brown shoe” habían sido relegados al lado B-, y por lo tanto su primer número uno en los rankings de varios países (menos Inglaterra). Está dedicada a su primera esposa, la modelo Pattie Boyd, con quien se casó en 1966, luego de conocerse durante el rodaje de la película A hard day’s night en 1964.
Según cuenta Boyd en su autobiografía (Wonderful tonight, Random House, 2008), abandonó su carrera por pedido del Beatle para resguardar su intimidad. Eso, sumado a los excesos de drogas y alcohol y las constantes infidelidades del músico –entre ellas un affaire con Maureen Tigrett, la esposa de Ringo-, hicieron que lo dejara en 1974 por Eric Clapton, el mejor amigo de su esposo. El líder de Derek And The Dominos estaba profundamente enamorado de ella y lo inspiró a escribir uno de sus mayores éxitos, “Layla”.
El dueño del sonido de The Beatles
Más allá de las canciones que sumó Harrison al repertorio de The Beatles, como músico su aporte fue fundamental para forjar el sonido característico del grupo. Si bien no se consideraba un guitarrista virtuoso, desarrolló un estilo único y distintivo que se puede apreciar no solo en sus propias composiciones, como “Taxman” o “If I needed someone” –el único tema de su autoría que el cuarteto tocó en vivo–, sino también en las de Lennon y McCartney. Ejemplos sobran, pero “A hard day’s night”, “Ticket to ride”, “And your bird can sing” o “Rain” no serían lo mismo sin la guitarra de George.
La otra influencia que incorporaron los de Liverpool gracias a él fue la música de la India. La descubrió durante la filmación de la película Help!, donde hay una escena en un restaurante hindú en la que aparecen músicos tocando los clásicos instrumentos de la antigua colonia británica. Además, el compositor Ken Thorne utilizó el sitar en parte de la banda sonora que escribió para el largometraje, como “Another hard day’s night”, un pequeño popurrí con “A hard day’s Night”, “Can’t buy me love” y “I should have known better” tocada en clave hindú. Fue una de las primeras veces que las canciones de The Beatles tuvieron un tratamiento tan exótico.
Luego fueron David Crosby y Roger McGuinn de The Byrds quienes lo introdujeron a la música del maestro del sitar Ravi Shankar, quien le enseñó a tocarlo. La primera vez que The Beatles utilizaron el instrumento hindú fue en “Norwegian wood (this bird has flown)”, una composición folk de Lennon incluida en Rubber Soul (1965). Luego fue utilizada en la clásica “Tomorrow never knows” y “Love you to” de Revolver –editado en 1966 y un punto de inflexión en su discografía-, el lado B “The inner light” y en “Within you without you”, la única contribución de George a Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band.
Harrison fue pionero en fusionar el pop occidental con los ritmos tradicionales de una cultura oriental, que posee una estructura musical totalmente diferente. Los artistas que lo siguieron –incluyendo a The Rolling Stones en “Paint it black”–, descubrieron que el raga, que es un esquema melódico típico de la música clásica hindú abierto a la improvisación, se complementaba muy bien con los viajes lisérgicos del LSD gracias a su minimalismo y su monotonía, que generan una sensación hipnótica de elevación. Así, de la mano de The Beatles, la instrumentación de la India se incorporó a la psicodelia imperante del Verano del Amor, a punto tal que Ravi Shankar se presentó frente a una gran audiencia en el Monterey Pop Festival de 1967, que junto con el Festival de Woodstock del ‘69 fue el evento más importante del movimiento hippie.
En busca de la paz interior
George no sólo abrazó la música de la India. También se acercó al hinduismo. Estudió la religión con diferentes gurús, peregrinó al país asiático varias veces para visitar los lugares sagrados y se hizo vegetariano mucho antes que Paul McCartney. En 1968 convenció al resto del grupo de tomar un curso de meditación trascendental en la ciudad de Rishikesh con el Maharishi Mahesh Yogi. Más allá de que la respuesta de sus compañeros fue dispar –Starr lo abandonó a los 10 días-, fue un periodo de mucha inspiración que dio origen a varias de las canciones que integraron el Álbum Blanco.
La filosofía hindú le permitió atravesar con mayor fortaleza las crisis, desde la separación de la banda hasta el colapso de su primer matrimonio. En su momento, le dijo a un periodista: “el hinduismo me hace sentir mejor. Cada vez me siento más y más feliz. Siento que no tengo límites y que puedo controlar mejor mi cuerpo”. Sin embargo, su adoración por Krishna se contradecía con su forma de vida pagana, plagada de sexo casual y sustancias prohibidas. “Podía ser espiritual y limpio y meditar por horas”, señala Pattie Boyd en su libro, “pero si los placeres de la carne se hacían irresistibles, dejaba de meditar, aspiraba coca, se divertía, coqueteaba con mujeres y se iba de fiesta”.
La figura de Harrison empezó a despegar sobre el final de The Beatles. Adquirió más confianza en sí mismo luego de colaborar con otros músicos de alto perfil, como Clapton y Bob Dylan que, a diferencia de Paul y John, lo veían como un par. En esa última etapa del grupo se animó a grabar un álbum de música experimental (Electronic Sounds), tan intrépido como los que hicieron Lennon y Yoko Ono, y ofició de productor de innumerables trabajos de los artistas nóveles que fichó Apple, como Jackie Lomax y Doris Troy. ¿George Harrison transformó para siempre la música?
Un Beatle no tan silencioso
Cuando los Fab Four se separaron en 1970, George había acumulado muchas canciones. Algunas de ellas las había mostrado a sus ex compañeros, que las rechazaron rotundamente, como “All things must pass”, cuyo primer demo fue registrado durante las sesiones de Let It Be. Marc Shapiro rescata una contundente declaración que describía cómo se sentía en aquel momento: “Había tanta música dentro de mí que estaba musicalmente constipado”. Por eso, cuando encaró su debut en solitario, soltó todo lo que tenía guardado. El resultado fue un voluminoso álbum triple, el primero de la historia del rock, producido por Phil Spector.
La mayor parte del material de All Things Must Pass gira en torno a la espiritualidad, el principal refugio de George en ese momento de incertidumbre. En las notas de la reciente reedición del disco por sus 50 años, Dhani Harrison destaca que la obra maestra de su padre “es un balance de la oscuridad y la luz que él estaba atravesando, porque hay mucha felicidad en estas canciones, pero también mucho dolor”. Durante la grabación, además de lidiar con las secuelas de la ruptura de The Beatles, el músico sufrió la muerte de su madre y la infidelidad de Pattie Boyd con Clapton.
Pese a la osadía de haber editado un LP triple, el Beatle silencioso fue el primero en llegar a la cima de los rankings como solista, en especial gracias a “My sweet lord”. El éxito, sin embargo, se vio opacado por una demanda de plagio que determinó que había copiado inconscientemente “He’s so fine” del grupo femenino The Chiffons. A pesar de esta mancha, All Things Must Pass es considerado lo mejor que hizo en toda su carrera.
Su renovada popularidad lo llevó a aventurarse a organizar algo que nunca se había hecho antes: un recital benéfico. Con The Beatles se había negado a regresar a los escenarios, que había sido el objetivo final del proyecto Get Back que luego derivó en Let It Be.
En verdad, a duras penas había aceptado tocar en la terraza de las oficinas de Apple para la película. Pero la grave situación que estaban atravesando los refugiados de la guerra civil de Pakistán, que derivó en la independencia de Bangladesh en 1971, lo motivó a reunir a sus amigos y tocar para 40 mil personas en el Madison Square Garden de Nueva York con el propósito de reunir fondos destinados a la ayuda humanitaria. George armó un súper grupo integrado por Ravi Shankar, Ringo Starr, Bob Dylan, Billy Preston, Leon Russell y Eric Clapton, entre otros, y dio una histórica presentación que quedó inmortalizada en una película y un LP –también triple- que ganó el Grammy a Álbum del Año.
Junto con “Bangla Desh”, el primer sencillo solidario de la historia, el Concierto de Bangladesh fue un hito que inspiró a otros artistas a prestar su música para promover y colaborar en diferentes causas. Sin el aporte de George, grandes recitales solidarios como el Live Aid no hubieran existido.